sábado, 10 de diciembre de 2016

luminarias

Las luces martillean nuestra retina.
Hay incluso anuncios que advierten (nos venden) de los perjuicios para la salud ocular la continua mirada sobre las pantallas de los dispositivos móviles.
Algunos, por querencia o desafección, no paran de dirigir también estos días su mirada a la iluminación de las principales calles del centro de la ciudad. Porque, eso es así, no toda la capital está iluminada. Quién corre con los gastos de la misma lo desconozco, pero no me extrañaría que seamos –como generalmente- los ciudadanos que habitamos “toda la ciudad”.

Como novel aficionado a la fotografía, pienso mucho en lo que esta es. Y no es más –ni menos- que el juego entre luces, iluminaciones y miradas… Estos principios, más allá del gusto por la fotografía analógica o digital, me ayudan mucho a pensar en lo que vivimos. Parte de la realidad está iluminada, llama nuestra atención, y otra –no pequeña- está iluminada en grises y pasa desapercibida.
Ayer tarde, dando un paseo por el iluminado centro madrileño, percibía ciertos desenfoque sociales. Mientras esas calles rezuman lúmenes, hay otros ciudadanos que tienen que alumbrar sus pasos con la linterna o el móvil. Había montón de seguridad (policía, samur…), mientras en muchos otros lugares capitalinos la seguridad es la ley del más fuerte o que aparezca una ambulancia requiere de infinita paciencia y desvelamiento de currículos vitales personales.
Los espacios estaban perfectamente acotados y señalizados, mientras en muchas vías de nuestra ciudad las personas con movilidad reducida están presos del desmadre vehicular o la inexistencia de las mismas hace que la calle se convierta en una auténtica pista rápida transitada por caminos de basura, tráiler o vehículos en busca de su dosis y niñas y niños de muy corta edad. Veía también que, aún con los carriles reducidos, los servicios públicos de transporte funcionaban con ligereza. Esos que hurtamos en otros lugares capitalinos que provocan que la salida del barrio sea una auténtica guerra de obstáculos, cuando no imposible.

En fin… luces, iluminaciones y miradas que pueden cambiar nuestra sociedad o, por el contrario, agudizar esos claro oscuros que no hacen más que cronificar, criminalizar y agudizar las situación de exclusión en medio de las que andamos viviendo.

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